Marisela Morales propone justicia con rostro humano y respeto a pueblos indígenas

Marisela Morales propone justicia con rostro humano y respeto a pueblos indígenas

TENANGO DEL VALLE / LERMA, Méx.— La aspirante a ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Marisela Morales Ibáñez, trazó este sábado un mapa claro de la justicia que defiende: una que respete, escuche y actúe. Desde el corazón del Estado de México, en diálogo con pueblos originarios y liderazgos comunitarios, Morales habló no solo de leyes, sino de la vida cotidiana, de la exclusión histórica y de las reformas necesarias para construir un país más justo.

En Tenango del Valle, frente a integrantes de la Unión Estatal de Pueblos Indígenas A.C., reconoció que el sistema judicial mexicano ha sido ciego durante décadas ante las realidades de las comunidades originarias. “La justicia debe hablar nuestras lenguas y respetar nuestras formas de organización”, sentenció. Sus palabras no fueron un discurso vacío: fueron una promesa de reencuentro entre el derecho positivo y los derechos colectivos.

Morales Ibáñez subrayó la urgencia de traducir los procesos judiciales a lenguas indígenas, fortalecer la defensoría pública en zonas rurales y capacitar a jueces y fiscales para entender —y no solo aplicar— las leyes. La justicia, dijo, debe dejar de ser una torre de marfil para convertirse en una herramienta viva al servicio de todas y todos.

En Lerma, la tarde adquirió un tono más comunitario. Arropada por el Frente de Liderazgos Autónomos Unidos por Lerma A.C., encabezado por el profesor Teodosio González Gutiérrez, la aspirante elevó el llamado a una transformación profunda del sistema judicial. “Hablar de justicia no es hablar de expedientes; es hablar de personas. Una justicia que no escuche ni resuelva, que se aleje del pueblo, pierde su razón de ser”, afirmó ante una asamblea de vecinos, comerciantes, docentes y líderes sociales.

Durante los encuentros, Marisela Morales tejió una narrativa distinta a la de las élites judiciales: no habló de tecnicismos, sino de rostros. No discutió tratados, sino experiencias. Su propuesta tiene una columna vertebral ética: construir una justicia que rompa con el clasismo institucional, que se descentralice, que se humanice.

Sus palabras resonaron como una respuesta a una demanda nacional: una Corte Suprema que no sólo legisle desde la altura, sino que escuche desde abajo. “La transformación no puede quedarse en el discurso. Tiene que sentirse en los juicios que sí se resuelven, en la gente que sí es escuchada y en los derechos que sí se respetan”, concluyó.

Con estos diálogos ciudadanos, Marisela Morales no sólo fortalece su aspiración como ministra de la Corte, sino que abre un debate urgente sobre el modelo de justicia que necesita México. Uno que no solo se base en códigos, sino también en dignidades. Uno que, por fin, se atreva a mirar de frente a quienes siempre ha dejado al margen.

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