En las últimas dos décadas, más de una quinta parte del océano global —un área superior a 75 millones de kilómetros cuadrados— se ha oscurecido significativamente, reduciendo la profundidad de la luz solar que penetra en sus aguas. Este fenómeno, conocido como oscurecimiento oceánico, amenaza con alterar de forma crítica los ecosistemas marinos, la producción de oxígeno y la capacidad del planeta para regular el clima.
Un estudio pionero realizado por la Universidad de Plymouth, en Inglaterra, y publicado en Global Change Biology, ha documentado por primera vez a escala global el cambio a largo plazo en la zona fótica del océano, la capa superior iluminada por el Sol donde se desarrolla más del 90 % de la vida marina. Según los investigadores, en algunas zonas la penetración de la luz se ha reducido más de 50 metros, e incluso hasta 100 metros en el 2.6 % del océano, un área mayor que Europa.
Las causas de este oscurecimiento son diversas y dependen de la región. En aguas costeras, se atribuye al aumento de las precipitaciones, el escurrimiento agrícola y la carga de sedimentos. En el mar abierto, las causas incluyen alteraciones en la floración de algas, el incremento de la temperatura superficial y la contaminación por luz artificial. Estas variables interfieren con la transparencia del agua, disminuyendo la cantidad de luz que llega a las profundidades, lo que tiene consecuencias potencialmente devastadoras para los organismos que dependen de la luz natural para alimentarse, desplazarse, reproducirse o simplemente sobrevivir.
“El océano es mucho más dinámico de lo que solemos imaginar”, explicó el profesor Tim Smyth, del Laboratorio Marino de Plymouth. “La luz cambia constantemente, y muchas especies marinas son extremadamente sensibles a estas variaciones. Si la luz no llega a ciertas profundidades, animales y microorganismos vitales para la cadena trófica y para procesos globales —como la captura de carbono— podrían desaparecer o cambiar drásticamente su comportamiento”.
El doctor Thomas Davies, autor principal del estudio, advirtió que el oscurecimiento del océano puede impactar directamente en nuestra vida diaria: desde el aire que respiramos, ya que muchas microalgas oceánicas generan oxígeno, hasta la sostenibilidad de las pesquerías y la eficacia de los océanos para absorber dióxido de carbono. Según Davies, las zonas más afectadas —como la Corriente del Golfo, las regiones polares y mares costeros cerrados como el Báltico— ya están enfrentando transformaciones aceleradas debido al cambio climático, lo que agrava aún más la situación.
Además, los animales que dependen de la luz solar podrían verse obligados a acercarse a la superficie, donde la competencia por alimento y espacio se intensificará, generando un desequilibrio ecológico. Este desplazamiento podría transformar por completo las dinámicas de los ecosistemas marinos.
Los hallazgos son alarmantes y subrayan la necesidad urgente de abordar el oscurecimiento del océano como un síntoma más del deterioro ambiental global. Si no se toman medidas, este fenómeno podría comprometer no solo la biodiversidad marina, sino también funciones planetarias esenciales que sostienen la vida en la Tierra.