Sumergido en la densa selva chiapaneca, a orillas del poderoso río Usumacinta, se encuentra Yaxchilán, una de las ciudades mayas más fascinantes y menos visitadas de México. A pesar de su impresionante arquitectura, sus estelas talladas con historias de reyes y batallas, y su aura de misterio, este sitio arqueológico sigue siendo un secreto bien guardado, alejado del turismo masivo. Su valor histórico y cultural es tan grande que bien merecería ser declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Yaxchilán floreció entre los años 310 y 810 d.C., durante el Período Clásico maya, y alcanzó su máximo esplendor bajo el reinado de Pájaro Jaguar IV, un gobernante que expandió su dominio sobre la región del Usumacinta. A diferencia de otras ciudades mayas, su arquitectura se adaptó magistralmente al terreno escarpado y a la selva, creando plazas, templos y acrópolis que se funden con la vegetación.
Lo que hace único a este sitio son sus dinteles y estelas, finamente tallados con jeroglíficos que narran alianzas, guerras y rituales. Estos textos han sido clave para entender la historia maya, revelando nombres de reyes, fechas importantes y hasta estrategias políticas de la época.
Una aventura para llegar: selva, río y caminos sinuosos
Visitar Yaxchilán no es sencillo, y quizás eso explica por qué sigue siendo un destino poco explorado. Para llegar, hay que adentrarse en la selva lacandona, ya sea desde Palenque (Chiapas) o Tenosique (Tabasco), a través de caminos de terracería. El último tramo del viaje se hace en lancha, navegando el río Usumacinta, que marca la frontera entre México y Guatemala.
Durante el trayecto, es común avistar guacamayas, tucanes y cocodrilos, mientras las gigantescas ceibas custodian el camino hacia las ruinas. Quienes lo han visitado describen la experiencia como un viaje en el tiempo, donde la selva parece proteger celosamente los secretos de los antiguos mayas.
Tres zonas arqueológicas que sorprenden
Yaxchilán se divide en tres grandes áreas:
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La Gran Plaza: Accesible solo después de atravesar el llamado «Laberinto», aquí se encuentran las estructuras más emblemáticas, como el juego de pelota y las residencias de la nobleza.
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La Gran Acrópolis: Coronada por el Templo de las Inscripciones, este sector alberga dinteles con relieves que narran la historia de Pájaro Jaguar IV.
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La Pequeña Acrópolis: Un conjunto de templos menores conectados por senderos estrechos, donde la vegetación se entrelaza con las piedras talladas.
¿Cuándo ir y cómo organizar el viaje?
La mejor época para visitar Yaxchilán es entre noviembre y febrero, cuando el clima es más fresco y hay menos lluvias. De junio a octubre, las tormentas pueden dificultar el acceso.
Recomendaciones clave:
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Contratar un tour comunitario desde Palenque (más económico que hacerlo por cuenta propia).
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Evitar Semana Santa y puentes, cuando hay más visitantes.
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Llevar ropa ligera, repelente de mosquitos y suficiente agua.
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Considerar un tour de dos días para vivir la experiencia completa, incluyendo pernoctar en un campamento lacandón.
Un legado que merece ser protegido
A pesar de su importancia histórica, Yaxchilán sigue siendo un destino infravalorado. Su aislamiento lo ha preservado, pero también ha evitado que reciba la atención que merece. Organizaciones y arqueólogos han impulsado su candidatura como Patrimonio Mundial de la UNESCO, un reconocimiento que ayudaría a conservar este tesoro para las futuras generaciones.
Mientras tanto, quienes se aventuran a descubrirlo quedan maravillados por su grandeza, su conexión con la naturaleza y la sensación de estar pisando un lugar donde el tiempo se detuvo.